De gárgolas y horizontes rasgados...
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Hay veces en que hasta el horizonte parece desviarse. Entonces hasta las gárgolas se retuercen en sus cimientos y quieren arrancarse de la piedra madre que las cobija para aullar sus silencios de siglos y penas. Ocasiones hay en que el dolor se incrusta hasta en la mismísima piedra y el verdín ya no arropa angustias ni penas. Entonces, Notre Dame querría inclinarse, desvanecerse y hacerse pequeña para arrullar, con cada una de las voces, caricias y desgarros que sus muchas piedras encierran, tanto amasijo de gritos y ausencias, y enjugar, con su inmenso abrazo de piedra, cada lágrima amarilla y densa. Índigo, de trazos e imágenes.