Entradas

Mostrando entradas de junio, 2012

La rama más alta, Rosa Alice Branco

Imagen
La rama más alta Agarro el día por los cabellos. Los tuyos vuelan como las olas La ropa mojada. Playa de otoño. Recuerdo Que no tengo otro lugar. La textura de la arena En mis pies y los pájaros que se posan en la rama Más alta para el más alto vuelo. ¿Qué otro lugar? Tal vez un desierto, una palmera al sur. Una lluvia de dátiles. Dejar el hueso en la boca de ola en ola. ¿Quién recibe mi voz? Me desnudo como si esperases que diga todo. El silencio trabaja mi piel. La ciudad   de noche. Vista de otro lado. Caminamos en la respiración De otro. Nada sabemos. La ignorancia Como una flor del desierto. ¿Sabes que llegaste? No dejes en la puerta  la boca , tu sonrisa. Ayúdame a ser tu sed. © Índigo ,  (nuria p.serrano) de las imágenes y de esta versión en castellano de un  poema de Rosa Alice Branco.

Prévert en Cambridge

Imagen
Los recuerdos de mi paso por Cambridge son escasos y nebulosos. Tenía entonces 23 años. Trabajaba y vivía en Inglaterra y pasaba un fin de semana fuera de mi lugar de residencia habitual. Llegamos a Cambridge en una caravana de dos amigos: Rosemary y Clive. En total, éramos cinco personas y tres nacionalidades: dos jóvenes españolas, una joven francesa, y Rosemary y Clive, dos ingleses de mediana edad. Solo vagamente me viene a la memoria el rostro de la francesa que residía con mi amiga española en casa de Rosemary y Clive. Se me agolpan los recuerdos de ese año en Inglaterra, de una nevada inmensa, de la lluvia, de las risas, pero son escasos los de mis dos días en Cambrige. Y aun así intensos: alguna calle perdida, alguna piedra y el tenue olor de una enorme librería. Allí nos llevaron Rosemary y Clive. Y allí, de entre los estantes de los poetas franceses, la joven francesa me recomendó un libro en francés que desde entonces me acompaña: Paroles, de Jacques Prévert.   Algú

Procuro hallar la senda de un hombre que reposa en ti, Daniel Faria

Imagen
Procuro hallar la senda de un hombre que reposa en ti Como se desvía un hombre de su corazón para seguir viaje Como deja todo y acrecienta su herencia Procuro descubrir los símbolos, los hitos kilométricos Diurnos, como se leen Señales de humo y el vuelo de las palomas – y todas las cosas Que nos llegan desde la distancia Procuro saber cómo mantener los pies dentro de tus Veredas Como se descalza un hombre que necesita Atravesar sus propias orillas Y deseo oír de nuevo estallar tu palabra llena De estrellas Para recortarlas y posarlas en el silencio Vivas En mi boca y en mis manos En llamas ©  Índigo (nuria p.serrano), de  las imágenes y de esta versión en castellano de un poema de Daniel Faria.

Cómo se hace el poema, Nuno Júdice

Imagen
Cómo se hace el poema, Nuno Júdice Para hablar del mejor modo de hacer un poema, la retórica no sirve. Se trata de algo simple, que no precisa de retóricas ni fórmulas. Se toma una flor, por ejemplo, pero que no sea de esas flores que crecen en medio del campo, ni de las que se venden en tiendas ni mercados. Es una flor de sílabas, en que los pétalos son las vocales y el tallo una consonante. Se pone en el jarro de la estrofa y se deja estar. Para que no muera, basta el pedazo de primavera en el agua que va a buscar la imaginación en un día de lluvia, o el que entra por la ventana cuando el aire fresco de la mañana llena el cuarto de azul. Entonces, la flor se confunde con el poema, pero todavía no es el poema. Para que nazca, la flor precisa encontrar colores más naturales de los que la naturaleza le dio. Pueden ser los colores de tu rostro –su blancura, cuando el sol se vierte en ti – , o el fondo de tus ojos en que todos los colores de la vida se confunden c