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Mostrando entradas de octubre, 2011

La efervescencia de la gaseosa

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Esa tarde del verano de 2011 eran tiempos de feria moderna, perdida ya la gracia de los caballitos y los algodones de azúcar de las antiguas ferias. Y justo esa tarde empezaste tú a desgranar para mí tus ferias, esas primeras alegrías de infancia cuando, con tu padre y tu hermana, te acercabas a olores, colores y sabores de antaño: garrapiñadas, turrones... Era verano. Hacía calor. Un calor sofocante como hace en los veranos de la Mancha. Y tú esperabas ansioso vuestra llegada a los puestos de los feriantes. Antes, ya te anticipabas al picoteo en la lengua y en la garganta. Casi eran las once de la noche pero aún hacía mucho calor. Tu padre sacaba los “cuartos” de su monedero. Ya casi había llegado el momento. Tus papilas se exaltaban. Observabas con calma el monedero y las dos monedas que tu padre entregaba al feriante a cambio de dos botellas de gaseosa, una para ti, otra para tu hermana. Paciente esperabas. Tomabas la botella de gaseosa la Pitusa entre tus manos y sentía

Oda a la incomprensión, Jorge de Sena

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Oda a la incomprensión De todas estas palabras, no quedará, bien lo sé, un eco que después de mi muerte las diga vagamente por mi boca. Todo cuanto soñé, cuanto pensé, sufrí o no soñé, o no pensé o apenas sufrí de no haber sufrido tanto como aterrado esperara- ningún eco habrá de otras canciones no dichas, guardadas en los corazones ajenos, palpitando, extrañas al hálito del poeta. No por mí. Por todo lo que para palpitar no encontró eco. Por todo lo que para palpitar quedó en silencio, inmóvil -y me duele como ausencia de música no tocada, no escuchada, ritmo suspendido, eminente, sentenciado, y me duele dolorosamente, amargamente, en la distancia del saber tan claro, de la visión tan lúcida que hace tanto asola el acompasado ardor, de las vibraciones de la sangre entre cuerpos cercanos. Hace tanto, amor, que te quise desde mi imperfección, desde mi crueldad, desde esta miseria de ser a intervalos la inmensa cumbre en que me arrebatas -mi pálpito de im

Piedra, pluma, anémonas

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Encontré una pluma para escribir deseos en el vientre fértil y húmedo de la piedra. Había también un diván verde, embebido de río, donde refrescar los pies y tumbarse a la sombra. Un cardo dibujaba algodones entre pinchos de bronce y pajizos aromas. Suave la brisa salpicaba de amarillos sombras y rincones. Entre verdes y marrones se vestían de luz las hojas y de la piedra brotaban círculos de rosas. Un hocico dibujaba senderos en la febril telaraña de un tronco ajado de hormigas rojas. Y entre las flores muertas estallaban en blancos y amarillos miríadas de anémonas. Índigo, de imágenes y trazos.

Hay mil rostros en la tierra: y ahora no consigo, Cecília Meireles

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Hay mil rostros en la tierra: y ahora no consigo, Versión de Índigo (nuria p.serrano) Hay mil rostros en la tierra: y ahora no consigo recordar uno siquiera. ¿Dónde estás? ¿Te inventé? Sólo veo lo que no veo y no sé si existe. Esperamos así. Por esperanza, la espera se va tornando sueño afable; mas descubro en la mirada que te busca una niebla de rocío. Cualquier palabra que te diga carece de sentido. Estoy soñando, nada escucho, nada alcanzo. Quien me ve no me ve, estoy fuera del mundo. Allí, constante presencia en memoria guardada percibo tu esencia – y no sé ni tu nombre. Y a la tentación de tantas máscaras felices se opone mi sangre, leal, nítida. Índigo (nuria p.serrano), de las imágenes  y de esta versión al castellano de un poema de  Cecilia Meireles.

Plano, Nuno Júdice

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Plano, versión de Índigo (nuria p.serrano) Trabajo el poema partiendo de una ecuación: el amor que se despeja en la copa de la vida, hasta la mitad, como si lo pudiésemos beber de un trago. En el fondo, como el vino turbio, deja un gusto amargo en la boca. Me pregunto dónde está la transparencia del cristal, la pureza del líquido inicial, la energía de quien desea apurar la botella; y la respuesta son estos añicos que nos cortan las manos, la mesa del alma sucia de restos, palabras esparcidas en un cansancio de sentidos. Vuelvo, entonces, a la primera ecuación. El amor. Pero sin gastarlo de una vez, esperando que el tiempo llene la copa hasta arriba, para poderla alzar a la luz de tu cuerpo y ver, a su través, tu rostro entero. ÍndigoHorizonte 2011, (nuria p.serrano) de las imágenes  y de esta traducción al castellano del poema de  Nuno Júdice , PLANO.  

Una flor y seis secretos

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¿Y entre los pétalos? Siete hilos de fuego. Índigo, de trazos e imagen.