Teresa

¡Y no viene nadie! ¡Nunca viene nadie! ¡Sí, cuánto me queríais...! ¡Cuánto me queríais...!
¡Y te queremos, Teresa, te queremos!
¡Lo que quiera Dios, Teresa, bonita, lo que quiera Dios!, decía una intrusa.
¡Y no tener ningún alivio! ¡Cuánto me queríais...!
¡Y te queremos, Teresa, te queremos!

Tras esta letanía, no pude dejar de pensar que lo más humano sería ayudarte a morir aunque sabía que ni lo harían ni lo aceptarías. Entonces, te agarré del brazo. Te besé la cara, Teresa. Te intenté transmitir algo de calor, un poco de ternura, puse mis manos en tu cara, en tus brazos, en tu cabeza. Y tú, Teresa, dijiste: "¡tienes las manos muy calientes!"

Te hablé de la familia. Me quedé callada a tu lado, acariciándote, tocándote. Y tú repetías: ¡Sí, cuánto me queríais!.
¡Y te queremos, Teresa, te queremos!

Después, te trajeron la comida e hiciste el esfuerzo de comer un anodino puré naranja.

¡Siempre lo mismo! ¡Siempre lo mismo! ¡Luego, el yogur, de limón!

Terminaste de comer toda tu ración y nos marchamos. Ibas a dormir la siesta, sin ningún alivio.

Hace unos días ya, me llamaron: Teresa se marchó.

Y todavía hoy dos frases siguen resonando en mí: 
¡Cuánto me queríais!
¡Te queremos, Teresa, te queremos!


Índigo Horizonte 2010, de estas palabras para Teresa.

Comentarios

  1. Las palabras pueden, a veces, contener de un modo casi físico la emoción. He aquí un ejemplo.

    Un beso en azul.

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  2. Seguro que ahora lo entiende. Ese te queremos estaba conjugado en tiempo Presente Eterno.
    Ahora seguiréis diciendo, te queremos.

    · BB·AA

    · CR · & · LMA ·


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Entre la palabra y el silencio, el sosiego.

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