Carta a Josefa, mi abuela, José Saramago
En este mundo en que vivimos la carta que Saramago escribió a su abuela en 1968 me parece de plena actualidad y
un buen punto de partida para una reflexión sosegada y profunda. Por eso, la he traducido al castellano y os la ofrezco a continuación. José Saramago publicó la crónica Carta a Josefa, mi abuela en
el periódico A Capital, de Lisboa, en 1968. Años más tarde, se publicó en el libro Deste
Mundo e do Outro. Ojalá su lectura os hable con palabras que sean vuestras.
Texto original: José Saramago.
ÍndigoHorizonte 25-08-2017, de la imagen, la introducción y la traducción.Reedición: 03-02-2024
Tienes noventa años. Estás mayor y dolorida.
Me cuentas que fuiste la joven más bella de tu época —y yo te creo. No sabes
leer. Tienes las manos hinchadas y deformes, los pies maltrechos. Sobre la cabeza llevaste toneladas de paja y leña, baldes llenos de agua.
Viste salir el
sol todos los días. Con todo el pan que amasaste se podría haber hecho un
banquete universal. Criaste personas y ganado y llegaste a meter lechones en tu
propia cama para evitar que murieran de frío. Me contaste historias de
apariciones y hombres lobo, viejas historias de familia, un asesinato. Pilar
de tu casa, fuego de tu hogar —siete veces quedaste preñada, siete diste
a luz.
No sabes nada del mundo. No entiendes de política, ni de economía,
ni de literatura, ni de filosofía, ni de religión. Heredaste unos escasos cientos de
palabras prácticas: un vocabulario somero. Con esto viviste y vas viviendo. Muestras preocupación e interés por las catástrofes y también por lo que pasa en la calle, por las bodas de
las princesas, y por si a tu vecina le roban unos conejos. Sientes grandes odios por
motivos que ya no recuerdas, grandes devociones que no se deben a nada concreto.
Vives. Para ti, la palabra Vietnam no es más que un sonido extraño que no
cabe en el horizonte de legua y media en que te mueves. Del hambre, algo sabes; ya viste izarse una
bandera negra en la torre de la iglesia. (¿Me lo contaste tú, o habré
soñado yo que tú me lo contabas?).
Contigo va tu pequeño abanico de intereses. Y, no obstante, tienes los ojos claros y eres alegre. Tu risa es como los fuegos artificiales. No he visto reír a nadie como ríes tú. Estoy delante de ti y no entiendo. Soy carne de tu carne y sangre de tu sangre, pero no entiendo. Viniste
a este mundo y no trataste de saber qué es el mundo. Llegas al fin de la
vida y el mundo aún es, para ti, lo que era cuando naciste: una interrogación,
un misterio inaccesible, algo que no forma parte de tu legado: quinientas
palabras, un huerto al que dar la vuelta en cinco minutos, una casa de tejas sueltas
y suelo de barro. Aprieto tu mano llena de callos, paso mi mano por tu rostro
arrugado y por tus cabellos blancos —y sigo sin entender. Fuiste guapa —dices—
y bien veo que eres inteligente. ¿Y por qué entonces te robaron el mundo?
¿Quién te lo robó? Pero, de esto, tal vez yo sí entienda y podría decirte el
cómo, el porqué y el cuándo si supiera escoger, de entre mis innumerables
palabras, las que tú pudieses comprender. Ya no vale la pena. El mundo
continuará sin ti —y sin mí. No nos habremos dicho el uno al otro lo más
importante. ¿Pero podemos estar seguros de eso? Yo no habré dicho nada porque
mis palabras no son las tuyas ni representan el mundo a ti debido. Me quedo con esta
culpa de la que no me acusas —y eso es, si cabe, lo peor. Pero ¿por qué,
abuela, te sientas tú a la solana de tu puerta, abierta hacia la noche inmensa y estrellada, hacia el cielo del que nada sabes y por el que jamás viajarás, hacia el silencio de los campos y de los árboles asombrados, y dices,
con la tranquila serenidad de tus noventa años y el fuego de tu adolescencia
nunca perdida: «¡El mundo es tan bonito, y a mí me da tanta pena morir!»?
Es esto lo que no entiendo —pero la culpa
no es tuya.
Me ha encantado leerla.
ResponderEliminarMuchísimas gracias por compartirla.
Saramago para mí estannnnnnnn especial....
Es de una belleza impresionante. Tanta sensibilidad. Tanta, y, esa descripción de su abuela era tan cercana a mi madre.
ResponderEliminarUn gran abrazo querida Nuria.
Imaginas qué, de mejor, hubiera acontecido sin saber de este mundo más palabra que la absoluta AMOR?
ResponderEliminarTodo sería prescindible pero no esta carta . No, fácilmente, el rigor y grandeza de J. Saramago
Inmensas gracias, Nuria, por acercárnoslo, tan pleno, tan oportuno, tan la PALABRA
Muy hondo y sentido. Retazos de la vida dura de una mujer que pasó por el munda de puntillas, pero dejando una huella profunda.
ResponderEliminarPrecioso, Nuria. Gracias por este regalo
Verdaderamente bonita y enternecedora la carta.
ResponderEliminarGracias, Nuria.
Un abrazo.
Magnífico texto acompañado de tu particular y sensible mirada.
ResponderEliminarUn abrazo Núria
Me ha encantado leerlo.
ResponderEliminarBesos.
Da que pensar, sí.
ResponderEliminarAunque creo no estar de acuerdo en algunos puntos.
Porque la felicidad no se basa en el conocimiento.
Pero necesito más tiempo de reflexión.
Un beso.
Pienso que no se lo robaro, su mundo erae su huerto y su casa de tejas sueltas... Y supo ser feliz en él.
ResponderEliminarHermosa carta.
Besos.
Pd. Nos vamos a ver ver el mar...
Como no podía ser de otro modo por quien fue su particular y admirado nieto, Saramago.
ResponderEliminarY esa última pregunta y reflexión con esa ingenuidad tan hermosa, porque las personas lo son.
Gracias, gracias y mucha salud.
Todos hemos sentido en algun momento como techo muestro el cielo estrellado , y al ver nuestra senda recorrida ese fuego que nos hace amar la vida, la emoción del camino y la nostalgia por el mismo, hermosa carta
ResponderEliminarDa igual cuantas veces lea ésta carta.
ResponderEliminarMe emociona siempre.
Un abrazo.