Consuélenme tus besos, Antonio Gracia
Si, además de escuchar el poema de Antonio Gracia, "Consuélenme tus besos", lo analizáramos, cabría decir que hay una sucesión de miradas encadenadas: el amado contempla el mar, y este a su vez contempla a la amada. El amado mira a la amada que, desde otra orilla, mira al amado contemplándola. Pese a la lejanía que los separa, ella se regocija al ser mirada, y él, al mirarla.
¿Pero quién es el amado y quién la amada? Quizá amado y amada sólo sean el amado en sí mismo -y en el mar- reflejados... Quizá el mar es espejo y reflejo de amado y amada (sean estos quienes sean, o quienes el poeta -o la lectora o lector- diga -o crea- que sean). Quizá el líquido esplendor que ambos contemplan para contemplar que se contemplan. ¿Pero quién contempla y quién es contemplado? Tal vez solo el deseo. O el deseo de ser deseado pues ¿qué es desear sino ser deseado y deseada?
El amado desearía que ese líquido fulgor en que los ojos de ambos se abrazan fuera el mar de Ulises. No obstante, temeroso -o consciente- de que no lo es, se apacigua pensando que es mar, pese a todo. Es el alto cielo de Homero encrespado. Y su encendido oleaje es origen de la transustanciación de ambos: un vértigo mutuo trasciende y transforma sus corazones, logrando su unión más allá de la distancia: igual que el pan y el vino dejan de ser pan y vino, los amados se unen y divinizan en un deseo de dios sin dios, pero enajenado: ¿La primavera -sin misa- consagrada? O tal vez la consagración de la contemplación del mar pues, en ella, llega el amado a "ser amado en la amada transformado": el mar rizado es un pájaro que vuela, rozando con su plumaje el cuerpo de la amada y llenándolo de "besos, caracolas y brisas". El perpetuo vaivén, las olas lentas, y su suave desmemoria los unen y transfiguran en el abrazo.
Y, en ese continuo viaje de miradas que miran que son miradas, la noche se llena de estrellas. Aun así, el amado que dice desear amar no puede amar pues se considera sabedor de la fragilidad del amor y temeroso del naufragio. Con todo, a pesar de su descreimiento, el amado pide a la amada la consolación de sus besos en la aurora, como si de un amoroso crepúsculo anhelante de alba se tratara.
¿Es esto, en todo o en parte, lo que quiso decir Antonio Gracia al escribir su poema? Quizás, quizás, quizás. Tal vez debamos pensar que, como toda interpretación, esta no es más que una digresión, o incluso una destrucción de la belleza intrínseca de un poema que otra lectora -o lector- podría interpretar de otra manera.
También podríamos decir que, en todo intento de interpretación, nos alejamos de la esencia del poema: transmitir con palabras precisas una emoción certera por apaciguada. Quizá aquí -y siempre- el poeta solo es un jongleur que juega consigo mismo -y con las palabras que son su esencia- y con los sentimientos y emociones que pretende desbrozar con ellas. ¿El poeta es un fingidor y finge como Pessoa para encontrar una verdad que no encuentra pues es un buscador que busca y odia encontrar?
Fingidor o fingiente, buscador o buscado, si un poema puede llegar a emocionar es si quienes lo leen pueden hacerlo suyo: si su música habla como una antigua cantinela lejana, con sonidos y silencios que, por su efectivo bagaje afectivo puedan llegar a escucharse. Quizá en la construcción de un mundo antiguo ya casi perdido está la construcción de este poema y quizá sea esa su fuerza. Quizá estas pinceladas solo sean palabras para explicar lo inexplicable e inextinguible de antes y de ayer, y ya no de hoy: una muestra de todo lo que, en otros tiempos, aprendimos y heredamos, y ahora deconstruimos y abandonamos.
Sea como sea, la magia de la poesía es tal que algunos poemas, por su plasticidad y musicalidad, revelan parte de nuestras tres grandes heridas: "la del amor, la de la muerte, la de la vida", y cómo un día cualquiera el autor las construía y deconstruía al escribirlas y los lectores y lectoras las deconstruían y construían al leerlas.
Trazos: ÍndigoHorizonte 2017.
Si te interesa saber más sobre cómo se construye un poema, puedes leer el último libro de Antonio Gracia: La construcción del poema. Encárgalo en tu librería habitual. O solicítalo por correo electrónico a Lorena Bernabéu: lbernabe@diputacionalicante.es. Precio: 10 euros, gastos de envío incluidos.
El mar ese misterio que siempre cautiva y enamora sólo con mirarlo...Siempre el mar.
ResponderEliminarRazón tenía Khalil Gibran cuando dijo... "Debe haber algo extrañamente sagrado en la sal. Está en nuestras lágrimas y en el mar".
Precioso Nuria.
Buen fin de semana.
Besos.
Magnífico poema, muy acertado.
ResponderEliminarAbrazos.
Fuera la que fuere la intencionalidad de Antonio Gracia al construir este poema en concreto, certísimo es que en todo proceso amoroso, de toda índole, el elemento único que lo define es la absoluta comunión entre el amado y el amador. Hasta participar ambos de idéntica realidad aun 'a costa' de fundirse ambas partes en esencia.
ResponderEliminarimpecable, el poema
Bss
Muy agradecido por su glosa, Señora.
ResponderEliminarUN POEMA MUY BONITO.
ResponderEliminarABRAZOS
Los que vivimos a la orilla del mar tenemos una indiscutible ventaja para entender la relación que se establece ente mar y observador. No sabríamos expresarlo tan bien como o hace Antonio Gracia pero ahora, mientras miro las olas, las reales, puedo comprenderlo un poco mejor.
añiles
· LMA · & · CR ·
Bonito poema e interesante explicación.
ResponderEliminarSalud.
Sublime poesía, las últimas palabras son estremecedoras.
ResponderEliminarMe arrullan el susurro del mar y las olas.
Un abrazo.
Preciosas palabras, que bonito poema ,me encanta, espero todo vaya bien,saludos y feliz semana.
ResponderEliminarGracias a todos por vuestro paso y vuestras palabras y a Antonio Gracia por su agradecimiento. Los misterios de la creación son infinitos. Y lo que hay detrás de todo acto creativo solo su autor lo sabe. Así lo explica muy bien Antonio Gracia aquí: http://antoniograciaoniria.blogspot.com.es/2017/02/del-autor-no-del-lector.html, y también en su entrada alusiva a esta mía, http://antoniograciaoniria.blogspot.com.es/2017/02/el-poema-y-la-glosa.html, donde él explica: "Un breve apunte: Poema de amor es este cuya génesis puede extrañar, pero que ilustra los laberintos del proceso creador. Al tener que callar el nombre de quien está al otro lado del océano y es destinatario, su identidad poemática va adquiriendo otra que acaba, en el texto, convirtiéndose en la amada, dentro de un poema de amor al uso. No obstante, el impulso creador original y su escritura -refundida para que el receptor sea una mujer- fueron determinados por la pulsión del autor al sentir a su hijo en la distancia".
ResponderEliminarSi algo resulta complejo en la escritura es: la interpretación y deducción de los mismos. En la vorágine de la llamada inspiración, se describen hechos y situaciones convenientemente sazonadas con imaginación, luego, viene el otro proceso- un tanto divertido para su autor- que es observar y disfrutar viendo como sus lectores entran a una suerte de laberinto de Creta; algunos -los más afortunados- encontrarán el hilo sagrado y saldrán airosos, otros, se enredarán en su madeja y no lograrán descifrar el camino. Si acontece así en una novela, cuento o relato, tanto mayor será el obstáculo en un poema donde el uso de recursos literarios profundiza aún más su dificultad.
ResponderEliminarCreo o más bien pienso, que Antonio Gracia quedó más que satisfecho con tu admirable y, bien lograda exégesis de su hermoso poema. Itaca nos entrega tantos destinatarios, que después de todo, sea una mujer amada o un hijo, el fondo es el mismo: el amor en la distancia.
Abrazos mi querida Nuria.
P.D.: Agradezco desde el alma, la inclusión de la portada de mi libro en tu Blog. Gracias por la deferencia y noble gesto. Abrazos desde y para siempre.