Verano austral

Al culminar el año, al tronco enhiesto del cactus, del mescal de su sangre tres flores le brotaron. A cada flor, su aroma; a cada espino, su ramo. Mientras, la dama rosa, desde su balcón mirando, se pregunta si sus pétalos tendrán el rubor añorado: ¿serán savia, serán sangre, serán terciopelo blanco? Y el cactus la mira alto y desde su embriaguez serena parece decir callando: solo las sombras saben con qué luz se hace el brocado.


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