Cuello de faro y alas de nácar



Tenías alas
en el azul de tus ojos.




Varadas las alas.
Se alzaban tus ojos.
Tu cuello de faro.
Tus alas de nácar.




Me acerqué.
Me dejaste.
Un poco más.
Cada vez más.

Me incliné.



Tenías tus ojos en tus alas.
Tus ojos, rápidos, me escrutaban.
Varado y altivo, alzabas tus alas.
Me acerqué aún más.
Toqué tus alas.




Y sentí tu pico cortante.
Afilado, me apartabas.




No hablaste pero lo supe.
Varado sí, ayuda, no.
Me alejé.
Sólo un poco.
Tenía dos pequeñas heridas,
que aún hoy me recuerdan tus alas.
Tus ojos de alas.
Tus ojos de azul.
El mar.



Volví a acercarme.
Dejé que la cámara te mirara.
Guardé la distancia exigida.




Me marché.
Pero me traje tu azul, tu pico, tus olas
y tus alas de nácar.




Índigo, de imágenes y trazos.

Entradas populares de este blog

Carta a Josefa, mi abuela, José Saramago

Los verdaderos poemas son incendios, Vicente Huidobro

Respuesta, José Hierro

Para ser Grande, Ricardo Reis

Obsesión del Mar Océano, Mário Quintana