Oquedad y telares





Cuando se astilla en mil y una orfandades
y los añiles se anudan en ocres y oquedades,
Ella, solo ella, la sacia, la asombra, la colma.

Se yergue entonces entre cumbres y telares.
Y deja que sus brazos la circunden, la azoren,

la cerquen, la engalanen, la calmen, la sacien.

Y la mudez vuela en humedad monótona
hacia un vidrioso tapiz de hojarasca y mares.






© Índigo, de trazos e imágenes.

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