3, 2, 1, 0: Frederick


FREDERICK, Cuento e ilustraciones, Leo Lionni. Ana María Matute, de esta traducción. ©Editorial Lumen 1969.


A lo largo del prado, donde pacían las vacas y trotaban los caballos, había un viejo muro hecho de piedras. En aquel muro, no lejos del pajar y del granero, una parlanchina familia de ratones tenía su hogar. Pero los granjeros se habían marchado, el pajar estaba abandonado y el granero aparecía vacío. Y como el invierno no andaba muy lejos, los ratoncillos empezaron a recoger maíz, nueces, trigo y paja. Todos trabajaban día y noche. Todos menos Frederick.

"Frederick", ¿por qué no trabajas?, le preguntaron.
"Yo trabajo", dijo Frederick.
"Recojo los rayos de sol para los fríos y oscuros días del invierno".


Y cuando vieron a Frederick mirando el prado y sentado, le dijeron:
"¿Y ahora, Frederick?"
"Recojo colores", dijo Frederick, sencillamente. "Para el invierno gris."


Y una vez Frederick parecía medio dormido.
"¿Estas soñando Frederick?", le preguntaron con reproche
Pero Frederick dijo: " Oh, no. Estoy reuniendo las palabras, porque los días de invierno son muchos y largos y se agotarán las cosas de que hablar."


Los días de invierno llegaron, y, cuando cayó la primera nieve, los cinco ratoncitos se instalaron en su escondite entre las piedras. Al principio había raciones para comer, y los ratoncitos contaban historias de zorros tontos y gatos mentecatos. Era una familia feliz. Pero poco a poco, habían roído la mayoría de nueces y bayas, la paja se fue, y el maíz era sólo un recuerdo. En el muro hacía frío y nadie sentía ganas de charla. Entonces se acordaron de lo que Frederick había dicho sobre los rayos de sol, los colores y las palabras.

"¿Qué hay de tus provisiones Frederick?, le preguntaron”
"Cerrad los ojos", dijo Frederick, mientras se subía en una gran piedra.
"Ahora os envío los rayos de sol. Sentid su dorado resplandor…"


Y a medida que Frederick hablaba del sol, los cuatro ratoncitos volvían a sentir su tibieza. ¿Era la voz de Frederick? ¿Era magia?
"¿Y qué hay de los colores, Frederick?" le preguntaron ansiosamente. 

"Cerrad los ojos otra vez", dijo Frederick. 
Y cuando les habló de la azul flor pervinca, de la amapola roja entre los trigos amarillos, de las verdes zarzamoras florecidas, ellos veían los colores con tanta claridad como si estuvieran pintados en sus mentes.

"¿Y las palabras Frederick?"

Frederick aclaró su garganta, esperó un momento, y entonces, como desde un escenario, dijo:
¿Quién esparce los copos de nieve?
¿Quién derrite el hielo?
¿Quién estropea el tiempo? ¿Quién lo hace bonito?
¿Quién hace brotar en junio la cuarta hoja del trébol?
¿Quién nubla la luz del día? ¿Quién enciende la luna?
Cuatro ratoncitos de campo, que viven en el cielo.
Cuatro ratoncitos de campo, como vosotros...y yo.
Uno es Ratónprimavera, que danza en el aguacero.
Viene entonces el Verano, y pinta en las flores.
Otoñoratón le sigue, con trigo y con castañas.
Y el último es Invierno… con fríos piececitos.
¡Tenemos suerte de que las estaciones sean cuatro!
¡Pensad en un año con una de menos...o una de más!

Cuando Frederick terminó, todos le aplaudieron.
"Pero, Frederick, le dijeron."¡Tú eres un poeta!"
Frederick se ruborizó, hizo una reverencia y dijo tímidamente: "Ya lo sé."



 

En estos tiempos de supervivencia, cuando pareciera que la lírica quisiera marcharse por algún que otro resquicio porque ya de poco sirve, suele quedarnos por ahí un viejo libro, un viejo cuento con hilos de seda para seguir conquistando las brumas del futuro sin olvidarnos de la sutileza, la creatividad, el color, el juego.



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