La rêveuse y la montaña mágica


Si abres los ojos, puedes
 oír
la montaña:


Al borde del sueño, en la cima adivinadame ves. Revelas fotografías. Hablas y parece que mientes. Callas y parece que olvidas. En la infinita cumbre efímera escuchas el agua. Y el hielo. Pero escuchar no basta y ya solo de tus pestañas oyes ecos. Dices cuanto sabes y sientes. Y quedas sin alma, sin habla, balbuciendo. Debes aprender a callar. El fuego cuando se revela no se sabe revelar. Crees adivinar pero adivinar no basta. ¡Si tan solo supieras adivinar y callar! Mas nada temas. Persevera: también tú serás efímera infinita. Y sabrás.


Índigo Horizonte, de trazos e imagen (reedición).






Entradas populares de este blog

Carta a Josefa, mi abuela, José Saramago

Los verdaderos poemas son incendios, Vicente Huidobro

Respuesta, José Hierro

Para ser Grande, Ricardo Reis

Obsesión del Mar Océano, Mário Quintana