Al fin has de ver, Mário Quintana



Al fin has de ver que las cosas más leves son las únicas
que el viento no logró llevarse:
un estribillo antiguo,
una caricia en el instante preciso,
las hojas deshojadas de un libro de poemas,
el olor que tenía un día el propio viento…


Una de las libélulas que me habita me dijo estas palabras mágicas sobre el poeta: "Me has hecho recordar una historia. Cuentan que, a veces, Mário Quintana se entristecía mucho y se quedaba varios días sin salir del piso de Porto Alegre en el que residía. Y cuentan que, en esas ocasiones, un viejo poeta amigo suyo atravesaba la ciudad para dejarle, en la portería del edificio, libros, cartas y quindins (que son unos dulces portugueses exquisitos). No intentaba subir, ni hablar con él; en silencio, le dejaba esas pequeñas cosas para que Mário sintiera esa presencia amiga que lo acompañaba siempre sin invadir jamás su retiro necesario" Otra me dio un ejemplo más de la trascendencia de lo diminuto. A ellas les dedico hoy esta entrada, con emoción y cariño.


***Entrada editada originalmente el 15-03-2012 y reeditada el 11 de julio de 2023: ÍndigoHorizonte, de las imágenes, y de esta versión del poema de Mário Quintana.***  

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