Ruiseñor y autoabrazo



Era un día sencillo. Un día cualquiera. Un día de nubes, cigüeñas, ramas altas y ruiseñor pequeño. Era un día sencillo. Entre cenizas y azul, un leve balbuceo: « Dans ma maison qui n’est pas ma maison, tu viendras. » Era un día cualquiera. Un día sencillo. Se oyó un leve suspirro en el murmullo del viento. Tras un tenue forcejeo, se miraron perplejas. Cejó todo. Se hizo sonoro el silencio. Y al fin pasó Nuria a través del espejo.




©Índigo (nuria p. serrano) de los trazos y la primera imagen. ©Mi hija, de once años, de la segunda, tomada y retocada por ella. Gracias a tod@s, especialmente a los que habéis sabido "guardarme" el secreto de una dualidad que hoy concluye.

Entradas populares de este blog

Carta a Josefa, mi abuela, José Saramago

En el vórtice

Calle leve, como trazo de llamas separando, António Franco Alexandre

De la memoria, Eugénio de Andrade

Dime tu nombre ahora que perdí, Maria do Rosário Pedreira