Las raíces de la noche – Rosa Alice Branco
LAS RAÍCES DE LA NOCHE
Traducción: nuria p. serrano, ÍndigoHorizonte 2013
Poema original: Rosa Alice Branco
La memoria repite el olvido
hasta la extenuación. Cuando me resisto
me apresa en el sueño. Así se esquiva
mi eternidad y yo finjo que acepto,
pero yago contigo en el corazón de la tierra,
y quedamos a la escucha de los gestos que ha de tejernos
para el todo lo perpetuo. Por eso
esta noche es inolvidable, grabada en la luna
que nos guarda desde que el sol es sol
y nosotros aún no habíamos nacido.
Somos antepasados uno del otro
y tú de mí, cuando escuchabas en la montaña
y recibías mi grito en tu carne
desnuda de palabras.
Nos apareamos en la danza más allá de los montes
donde el mar viene a beber de nuestras manos
las sobras intactas de todos los delirios.
La exactitud de la levedad en el silencio de las raíces
La exactitud de la levedad en el silencio de las raíces
y nuestros pasos, que la tocan en el aire: respiramos
por primera vez y el tiempo que se condensa
en la niebla de la ciudad nos es inmune. Somos apenas
la sed de la tierra antes de después de la lluvia, y la boca
que ha de salvarla del ardid de la memoria.
Nada hay fuera ni dentro de nosotros, nada nos separa
de la madre fulminante, de la copa que nos bebe los labios,
del pan mordido por los dientes de la noche que sube
por las piernas hasta la fiebre: la rotación de la tierra
es el latido de los pies contra el corazón al crear el viento
entre las costillas. Así damos fruto a ras del suelo
como las simientes esparciéndose en el aire. Cada una de
ellas
es todo lo que va a ser y nosotros nada sabemos,
pero la tierra inscribe en el cuerpo las señales que nos guían:
peregrinos sin memoria de lo que podríamos ser.
El polvo de la noche diseña nuestros pasos
en dirección a la mañana que nos crea.
Pero nada regresa
porque nada se perdió.
Y danzamos sobre las aguas
hasta nada y nunca jamás. Esta noche aconteció para siempre
en el mundo que recoge lo que a la memoria escapa. Tu oído
es el primero de todos los partos de mi vientre,
y yo doy a luz a la tierra sembrada en tus ojos.
y yo doy a luz a la tierra sembrada en tus ojos.