La isla VII
La isla VII
Volví a la isla. Anduve por majadas. Y por prados. A la orilla del río, junto al barro, múltiples mariposas circundando. Volaban unos segundos. Después caminaban. Me senté a su lado. Se sucedían sus pasos. Parecían beber, pisando el barro. Absorta en su observación, estuve un buen rato. De vuelta en la cabaña, un rumor callado: cinco de agosto. Por primera vez, había olvidado el cuatro. Perdóname, padre. Ya no soy huérfana. He necesitado cuarenta y un años para lograrlo.
El paso del tiempo mitiga el dolor dirán algunas personas. Otros, pensarán que es natural que el recuerdo se difumine con los años. Yo, siento y creo que tu padre siempre ha estado y estará contigo. Su mayor regalo: que ya no duela tanto su partida, además, las mariposas siempre renacen después de la lluvia.
ResponderEliminarSiempre belleza. Siempre poesía.
Abrazos querida Nuria.
Un detalle precioso, ya no se ven tantas mariposas como antes.
ResponderEliminarEl tiempo va erosionando la memoria, incluso se olvida un día tan señalado, pero el recuerdo permanece.
Besos.