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IV
Acercas el rostro a la melancolía y ni siquiera
escuchas el ruiseñor. ¿O es la alondra?
Soportas mal el aire, dividido
entre la fidelidad que debes
a la tierra de tu madre y al casi blanco
azul donde se pierde el ave.
La música —llamémoslo así—
fue siempre tu herida, pero también
fue sobre las dunas la exaltación.
No escuches el ruiseñor. Ni la alondra.
Es dentro de ti
donde toda la música es ave.
Eugénio de Andrade, del original en portugués.
IH, de versión en castellano e imagen.