Humedad, esencia, larva



Cuando a la soledad del nombre que nunca pronuncio le crecen alas, mueve horizontes, arde lleno de savia y expande la mirada. Entonces, esa soledad de cuyo nombre no quiero acordarme se hace humedad, esencia, sudor y nácar. Yo digo: libélula. Ella dice: larva.



Cuando al vientre del túmulo que ella cobija le aturden las alas, vuelve, vago, manso, suave, el machacón recuerdo lejano: morimos cada noche en lo más hondo de nuestro lecho y algunas noches renacemos al izarnos. Otras, en cambio, caminamos por el día como si fuésemos ese muerto que debió quedar en el lecho. Agazapado. Y llueve. Nos llovemos. De voraz llovizna y fango.




nuria p. serrano, ÍndigoHorizonte 2013, de trazos e imágenes.

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