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Daniel Faria, en Hombres que son como lugares fuera de lugar

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Repito que vivo enclaustrado en la agilidad de un animal nacido Corriendo al lado de él, corriendo para él – era así Que yo quería que fuese el lenguaje veloz: Una casa para la infancia con madreselvas Para que las palabras quedaran como frutos en lo alto. Repito socorrida la memoria cuando estoy parado Pienso velozmente que el amor, como Dante dice, es un estado De locomoción. Es un motor. Y me quedo trabajando en el mecanismo secreto Del amor. Sé que estoy de viaje en la palabra que se mueve. Repito el trayecto para ver el poema de nuevo – era así Que yo quería que fuera el lenguaje de una cosa amada Corriendo a mi lado, corriendo para mí en el mecanismo violento Del amor. Era en él que yo quería la casa con madreselvas Donde las palabras permanecieran silenciosas y altas como un patio interior. Daniel Faria - en Hombres que son como lugares fuera de lugar ---Índigo, de las imagen y de esta versión del poema al castellano.

Los que van a morir traen el fuego, José Rui Teixeira

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Los que van a morir traen el fuego en la extremidad de las palabras, posan la boca en el suelo sobre la propia sangre, la noche por dentro de los huesos. Los que van a morir traen canciones como aves azules en los hombros de las viudas, dan los hijos a los altiplanos en el otoño y viven bajo el cielo. Miran la escasez a través de muchas escotillas. _____Índigo de las imágenes y de esta versión al castellano del poema de José Rui Teixeira que figura a continuación en portugués______ Os que vão morrer trazem o fogo na extremidade das palavras, pousam a boca no chão sobre o próprio sangue, a noite por dentro dos ossos. Os que vão morrer trazem canções como aves azuis nos ombros das viúvas, dão os filhos aos planaltos no outono e vivem sob o céu. Olham a escassez através de muitas escotilhas. José Rui Teixeira , en Diaspora , Cosmorama, 2009.

Antes de caer

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Antes de caer, te alzaste, en difusa mariposa, palpando le V emente el azul. Luego, resbalaste entre marrones. ¿Seguías siendo tú? Índigo, de trazos e imágenes.

Gravitación universal, Rosa Alice Branco

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De nuevo el mar que espero, sentada a la ventana que da a las rosas. Que da a todas las calles por donde pasé acompasada a tus pasos. A la calle donde volvimos la cabeza para no ver al hombre desvanecido en el suelo. Después comimos en casa de un amigo, bebimos y hablamos como si la vida fuese eterna. A la vuelta la calle estaba limpia, sin señales de sangre. Las luces sobre el mar en ambas orillas y tu mano en mi pierna. Allí en el cielo un hombre deshabitado buscaba sus alas. Nada sé de ángeles, yo que cada día espero el mar. Creo en la rotación de la tierra y en la ley de la gravedad. Pero cuando llegas el cuerpo no tiene peso y las palabras vuelan alrededor empapadas en sudor. Y llega el mar. nuria p. serrano, ÍndigoHorizonte 2011, de las imágenes y de esta versión en castellano del poema de  Rosa Alice Branco  titulado  Gravitaç ã o universal.

La efervescencia de la gaseosa

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Esa tarde del verano de 2011 eran tiempos de feria moderna, perdida ya la gracia de los caballitos y los algodones de azúcar de las antiguas ferias. Y justo esa tarde empezaste tú a desgranar para mí tus ferias, esas primeras alegrías de infancia cuando, con tu padre y tu hermana, te acercabas a olores, colores y sabores de antaño: garrapiñadas, turrones... Era verano. Hacía calor. Un calor sofocante como hace en los veranos de la Mancha. Y tú esperabas ansioso vuestra llegada a los puestos de los feriantes. Antes, ya te anticipabas al picoteo en la lengua y en la garganta. Casi eran las once de la noche pero aún hacía mucho calor. Tu padre sacaba los “cuartos” de su monedero. Ya casi había llegado el momento. Tus papilas se exaltaban. Observabas con calma el monedero y las dos monedas que tu padre entregaba al feriante a cambio de dos botellas de gaseosa, una para ti, otra para tu hermana. Paciente esperabas. Tomabas la botella de gaseosa la Pitusa entre tus manos y sentía...

Oda a la incomprensión, Jorge de Sena

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Oda a la incomprensión De todas estas palabras, no quedará, bien lo sé, un eco que después de mi muerte las diga vagamente por mi boca. Todo cuanto soñé, cuanto pensé, sufrí o no soñé, o no pensé o apenas sufrí de no haber sufrido tanto como aterrado esperara- ningún eco habrá de otras canciones no dichas, guardadas en los corazones ajenos, palpitando, extrañas al hálito del poeta. No por mí. Por todo lo que para palpitar no encontró eco. Por todo lo que para palpitar quedó en silencio, inmóvil -y me duele como ausencia de música no tocada, no escuchada, ritmo suspendido, eminente, sentenciado, y me duele dolorosamente, amargamente, en la distancia del saber tan claro, de la visión tan lúcida que hace tanto asola el acompasado ardor, de las vibraciones de la sangre entre cuerpos cercanos. Hace tanto, amor, que te quise desde mi imperfección, desde mi crueldad, desde esta miseria de ser a intervalos la inmensa cumbre en que me arrebatas -mi pálpito de im...

Piedra, pluma, anémonas

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Encontré una pluma para escribir deseos en el vientre fértil y húmedo de la piedra. Había también un diván verde, embebido de río, donde refrescar los pies y tumbarse a la sombra. Un cardo dibujaba algodones entre pinchos de bronce y pajizos aromas. Suave la brisa salpicaba de amarillos sombras y rincones. Entre verdes y marrones se vestían de luz las hojas y de la piedra brotaban círculos de rosas. Un hocico dibujaba senderos en la febril telaraña de un tronco ajado de hormigas rojas. Y entre las flores muertas estallaban en blancos y amarillos miríadas de anémonas. Índigo, de imágenes y trazos.

Hay mil rostros en la tierra: y ahora no consigo, Cecília Meireles

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Hay mil rostros en la tierra: y ahora no consigo, Versión de Índigo (nuria p.serrano) Hay mil rostros en la tierra: y ahora no consigo recordar uno siquiera. ¿Dónde estás? ¿Te inventé? Sólo veo lo que no veo y no sé si existe. Esperamos así. Por esperanza, la espera se va tornando sueño afable; mas descubro en la mirada que te busca una niebla de rocío. Cualquier palabra que te diga carece de sentido. Estoy soñando, nada escucho, nada alcanzo. Quien me ve no me ve, estoy fuera del mundo. Allí, constante presencia en memoria guardada percibo tu esencia – y no sé ni tu nombre. Y a la tentación de tantas máscaras felices se opone mi sangre, leal, nítida. Índigo (nuria p.serrano), de las imágenes  y de esta versión al castellano de un poema de  Cecilia Meireles.

Plano, Nuno Júdice

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Plano, versión de Índigo (nuria p.serrano) Trabajo el poema partiendo de una ecuación: el amor que se despeja en la copa de la vida, hasta la mitad, como si lo pudiésemos beber de un trago. En el fondo, como el vino turbio, deja un gusto amargo en la boca. Me pregunto dónde está la transparencia del cristal, la pureza del líquido inicial, la energía de quien desea apurar la botella; y la respuesta son estos añicos que nos cortan las manos, la mesa del alma sucia de restos, palabras esparcidas en un cansancio de sentidos. Vuelvo, entonces, a la primera ecuación. El amor. Pero sin gastarlo de una vez, esperando que el tiempo llene la copa hasta arriba, para poderla alzar a la luz de tu cuerpo y ver, a su través, tu rostro entero. ÍndigoHorizonte 2011, (nuria p.serrano) de las imágenes  y de esta traducción al castellano del poema de  Nuno Júdice , PLANO.   ...

Una flor y seis secretos

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¿Y entre los pétalos? Siete hilos de fuego. Índigo, de trazos e imagen.

Higos, luz, manos, verde, azul...

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Primero, fueron los higos. Y mi sorpresa. Luego, fueron tus manos. Tu cara. Tu elegancia. Tu belleza. Pedí permiso. Asentiste. Aun así mi presencia te era ajena. Intenté ser discreta. Me diste luz. ¡Tanta que no sé cómo devolvértela! Índigo, de trazos e imágenes.

Omega

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Cuando te derrites en calavera , cuando se te escapan hasta las flores más secas, cuando ya no te encuentras entre hojarasca ni arena, ansioso, entonces, te buscas, entre tus propios despojos, pero el agua de tu boca sigue dejándote hambriento, ingrávidamente solo. Y aúllas limones azules entre pámpanas viejas por si zarcillo enredado o pétalo de rosa añeja esponja el mudo alarido  de tu dentallada negra. Nadie te escucha. Nadie te toca. Nadie te acaricia. Nadie se acerca. Nadie te entiende. Nadie. Muere la seda. Índigo, de imágenes y trazos. Enrique Morente de los desgarros enlazados.

Invención del mirar, Rosa Alice Branco

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Invención del mirar No digas que yo no estaba en la ventana, que no fue para ti lo que no viste. Hay tantas cosas que no sabes, no hables más. Un día me verás en la ventana de antaño con la ropa que he de vestir mañana. Hasta entonces piensa que me soñaste. Ni yo misma sé lo que hice ese día. Pero la ventana guarda mis dedos como tú me guardas. El tiempo es una invención reciente. Era una vez esa mujer que viste. Retira el cristal, el marco y no te olvides de abrir el horizonte. Índigo (nuria p.serrano), de la imagen, y de esta versión en castellano del poema de Rosa Alice Branco  titulado  Invençao do olhar.